Menem había estado internado desde hace dos meses en el sanatorio Los Arcos, en Buenos Aires, por una infección urinaria.
Anteriormente, el expresidente argentino, que dirigió el destino de su país entre 1989 y 1999, también había pasado un par de semanas en el Instituto del Diagnóstico y Tratamiento, por una neumonía bilateral.
El pasado 13 de junio de 2020 un equipo médico le diagnosticó una neumonía severa, que en las últimas semanas empeoró debido a la diabetes que también padecía.
El presidente de Argentina, Alberto Fernández, decretó tres días de duelo nacional y expresó su «profundo pesar» por el fallecimiento de Menem.
«Siempre elegido en democracia, fue gobernador de La Rioja, Presidente de la Nación y Senador Nacional. En dictadura fue perseguido y encarcelado. Vaya todo mi cariño a Zulema, a Zulemita y a todos los que hoy lo lloran», escribió Fernández en su cuenta de Twitter.
Las patillas de Menem -prolongadas por las mejillas, mitad blancas mitad negras, crespas y pobladas- marcaron a Argentina.
Las llevaba para imitar a su caudillo favorito, el prócer Facundo Quiroga, y eran emparejadas a diario por un peluquero que llegó a tener asiento fijo en el avión presidencial.
Frondosas, excéntricas, exageradas, se puede decir que las patillas del exmandatario argentino Carlos Saúl Menem fueron un reflejo de su carácter extraordinario, un carácter que materializó por una década, la de 1990, el sueño argentino de vivir en el mejor de los mundos: el más divertido, el más auténtico, el más pomposo.
Oriundo del lejano noroeste del país, La Rioja, en 1995 Menem se convirtió en el primer presidente en ser reelegido en 50 años.
En su primer gobierno forjó un boom económico; en el segundo, una crisis traumática.

Abogado, gobernador y senador, el riojano estuvo dos veces preso durante los regímenes militares de los años 70 y 80 y fue dos veces condenado por casos de corrupción y tráfico de armas. Evitó la cárcel por la inmunidad parlamentaria y, en los últimos años, fue absuelto.
Le decían «el turco», en referencia a sus raíces sirio-libanesas, raíces que definieron su familia, su personalidad e incluso su vida privada, tantas veces protagonista de la prensa sensacionalista.
Pero lo que para muchos es contradicción, para el peronismo es adaptación a los vaivenes de la política y la vida. Lo escribió Menem en 1988 en una «Carta abierta a la esperanza»: «Siempre sostuve que el gesto más noble del político consiste en poner un oído en el corazón del pueblo y otro en la voz de Dios para escuchar con humildad el mandato de los tiempos».
No está del todo claro, sin embargo, a quién escuchaba cuando decidió privatizar la petrolera y la aerolínea estatales, desmantelar los ferrocarriles o endeudar a un país históricamente incapaz de saldar sus déficits.
El modelo económico que impulsó era una paradoja en sí: capitalismo salvaje de la mano de Estados Unidos en nombre de un movimiento político que luchaba —o lucha— a favor de los pobres y en contra de la oligarquía.
Desreguló los mercados, redujo pensiones y aumentó impuestos y servicios sin la resistencia, o más bien con el apoyo, de los principales perjudicados.
Menem, con el discurso peronista antisistema, fue tal vez el sacudón más importante que ha habido dentro del movimiento.

El mejor y peor gobierno
Muchos consideran que, por sí solo, su primer gobierno, entre 1989 y 1995, fue el mejor de los últimos 40 años en Argentina: eliminó la hiperinflación, estabilizó la política, promovió el consumo y la apertura, recibió apoyo internacional y generó consenso nacional para cambiar la Constitución.
Pero su segundo mandato es, al tiempo, visto como uno de los peores de la historia nacional: la corrupción política y judicial se desbordaron, los escándalos del presidente fueron vergüenza internacional y el modelo económico, basado en la paridad entre el dólar y el peso —la llamada «convertibilidad»—, probó ser una ficción que eventualmente desataría la peor crisis económica en décadas, en 2001.
Aunque la justicia aún investiga lo sucedido, hay en Argentina quienes creen que una de las contradicciones de Menem —ser árabe pero mantener una fuerte relación con Israel— tuvo que ver con los dos fatales atentados a organizaciones judías en Buenos Aires en los años 90: las voladuras de la Embajada de Israel y de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).
Piensan que los atentados fueron una «venganza».

Menem salió políticamente desgastado —y por mandato constitucional— de la presidencia en 1999, pero nunca dejó de ser bien estimado por algunos argentinos.
En 2003 estuvo cerca de ser reelecto por segunda vez, pero se retiró en la segunda vuelta cuando tuvo certeza de que Néstor Kirchner le ganaría.
Su figura tras la presidencia estuvo marcada por imputaciones judiciales, su matrimonio con la Miss Universo chilena Cecilia Bolocco y dos votos históricos en el Senado: rechazó las retenciones fiscales al campo propuestas por Cristina Kirchner en 2015 y la despenalización del aborto en 2018. Ambos proyectos fracasaron. (BBC MUNDO)