Un recorrido nunca antes visto. Más allá de la obra final y de la decoración clásica, se trata de un legado de la familia presidencial para el país y las generaciones que, en los años sucesivos, lleguen al Palacio de Carondelet. La primera dama María de Lourdes Alcívar relata la significación de este trabajo. Los dos responsables de la obra comparten detalles.

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Estas paredes atestiguan siglos de historia. La edificación es la sede del poder político en Ecuador, desde siglos antes de que el país existiera como tal. Allí funcionaron las casas reales. Mira de frente a la Plaza Grande; ocupa toda una manzana del centro de Quito. En 1801, ya en el crepúsculo de la vida colonial, el barón Luis Héctor de Carondelet empezó las obras en el edificio monumental que heredó su apellido y que ha alojado a varios presidentes, durante la vida republicana.

El Palacio de Carondelet salta al ojo público. La familia presidencial Lasso Alcívar acaba de mudarse a la residencia patrimonial, luego de que la edificación fuera sometida a un profundo trabajo de restauración, en un tiempo récord de 38 días, durante el cual, en algún momento, llegaron a trabajar hasta 140 personas, de sol a sol.

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No se trata de un maquillaje, remodelación o simple decoración. El espacio tenía serios problemas estructurales. Dos profesionales expertos fueron convocados para el proyecto que busca devolver el valor histórico, patrimonial y arquitectónico del rincón residencial de la edificación. El costo estimado, unos 800 mil dólares, fue asumido por la familia presidencial, como un legado para el país y para los próximos gobernantes. No es un capricho.

“Hemos devuelto la dignidad a este espacio, ésta es una contribución nuestra para la historia y para el país, nosotros seremos ocupantes durante un tiempo”, dice con naturalidad la responsable directa de la supervisión de los trabajos, la primera dama María de Lourdes Alcívar.

Vistazo es el primer medio de comunicación que recorre la recién restaurada residencia de Carondelet. Durante la entrevista de una hora con el presidente Guillermo Lasso, le preguntamos cuál es el mensaje, al transparentar que las obras son asumidas por su bolsillo.

“Antes tomaban dinero público para remodelación de casas privadas. Ahora tomamos dinero privado de mi familia para restaurar un edificio que quedará como un legado. Mi esposa María de Lourdes se hizo cargo de toda la restauración, con dos profesionales ecuatorianos, Mathieu de Genot y Cynthia Muirragui de Kronfle. La residencia estaba deteriorada. Había filtraciones que caían hasta el salón Amarillo. Los cables eléctricos estaban sobrepuestos en la pared; quien quería prender una lámpara recibía directamente la corriente, pero no lograba prenderla. Era urgente una restauración y en la crisis fiscal no podía permitirme el pecado de tomar dinero público para mejorar la que momentáneamente será residen- cia de mi esposa y mis hijos”.

Vistazo encuentra casualmente a la primera dama, María de Lourdes Alcívar, quien comparte los detalles y los resultados de esta profunda intervención. Que a momentos parecía interminable, porque mientras más se adentraban en los trabajos, más novedades encontraban.

OBRA DE ARTE

El arquitecto Mathieu de Genot, a sus 41 años, es un reconocido profesional de madre ecuatoriana y padre francés. Estudió Arquitectura en Francia y está radicado en el norte de Quito. Fue el responsable de restaurar el área de la residencia que comprende desde el hall de entrada, con piso de mármol blanco y negro, un salón recibidor; el salón familiar que comprende varios espacios bien definidos; y el gran salón que integra cinco ambientes. Dos comedores, uno íntimo donde el Presidente disfruta de los desayunos, y uno señorial que permite tener una vista espectacular del centro de Quito, complementan el conjunto.

MATHIEU DE GENOT. Arquitecto ecuatoriano- francés encargado de la restauración de la zona que incluye salones y áreas sociales. (Segundo Espín) Foto: vistazo.com

Ni hablar del piano de cola y de la réplica a mediana escala de la Virgen de Legarda, esa Virgen alada que protege a Quito desde la cima del Panecillo. En el área de recibidor, las fotos familiares están estratégicamente ubicadas, creando una atmósfera acogedora. Un cuadro de Endara Crow destaca en la pared; representa la Plaza Grande y la fachada de Carondelet. Su visión pictórica de realismo mágico queda plasmada en el león vistoso que aparece en el monumento a la Independencia.

Mathieu cuenta a Vistazo que los telares, tapices y cortinajes fueron fabricados exclusivamente para mantener la armonía de este proyecto. “Es un enorme desafío mantener un estilo clásico, haber devuelto el valor a muebles patrimoniales e integrarlos con elementos que fuimos rescatando, como lámparas antiguas y cuadros inventariados, unos pertenecen a la Escuela Quiteña, otros son obras de artistas más contemporáneos, como Camilo Egas”. En una pared se aprecia el contraste: un San José con un niño Jesús rubio, pintado en la época colonial, se encuentra junto a la pintura de un niño indígena, atribuida a Egas. “Son dos visiones de niños, complementarias pero distintas a la vez, ambos niños están juntos”, explica el arquitecto.

$!MATHIEU DE GENOT. Arquitecto ecuatoriano- francés encargado de la restauración de la zona que incluye salones y áreas sociales.

Cada espacio se define por un color predominante (salón rojo, azul) o por algún detalle único y singular. Por ejemplo, el gran comedor tiene una alfombra en tonos negros, verdes y rosados. Data de 1956 y permanecía en la hacienda Chillo-Jijón, que -ubicada en el valle de los Chillos- perteneció a la familia del conde Jijón. La hacienda fue construida en 1730 por Antonio Flores, marqués de Miraflores.

En otro de los salones destaca, imponente, una alfombra roja elaborada en Guano, provincia de Chimborazo. En otra sala, un secretero, un mueble antiguo con la técnica de taraceado, que consiste en tallados e incrustaciones de maderas finas. Nadie sabe dónde está el cajón secreto que escondían estas verdaderas obras de arte.